Poco podían imaginar los humildes artesanos que hace 600 años comenzaron a elaborar vistosa cerámica en Talavera de la Reina que aquellos colores –azules de óxido de cobalto, negros de manganesos, verdes de cobre, amarillos de antimonio y naranjas de óxido de hierro– con los que componían bellos dibujos, llegarían a ser reconocidos como Patrimonio de la Humanidad