El corazón de la pelota vasca estuvo en Madrid

 

Se cumplen 130 años de la inauguración del frontón Beti Jai

 

En pleno barrio de Chamberí y a pocos metros de la Castellana se esconde una joya arquitectónica que es testimonio vivo de un pasado desconocido para buena parte de los madrileños, o al menos eso era hasta ahora, pues coincidiendo con el 130 aniversario de su inauguración, el Ayuntamiento de la capital ha decidido reabrir, con visitas guiadas al público, el frontón Beti Jai, y es que, por sorprendente que pueda parecer, el corazón nacional de la pelota vasca estuvo en Madrid hace más de un siglo.

Antes de que el fútbol se convirtiese en el deporte rey, los vecinos de la Villa y Corte disfrutaban de uno de los deportes que más alegrías dieron a la España de la época (la pelota vasca hasta llegó a ser disciplina olímpica en los Juegos de 1900, otorgando la primera medalla olímpica a la selección española en unas olimpiadas).

Tanto es así que en Madrid llegaron a construirse hasta ocho frontones, de los cuales solo ha sobrevivido uno, y en condiciones deplorables hasta su recuperación. Por suerte la decisión de comprar el Beti Jai que tomó el Ayuntamiento madrileño ha permitido recuperar una parte del legado deportivo de la capital.

Pero vamos al principio de la historia. Año 1893. Pepe Arana, empresario taurino y promotor de espectáculos al que se considera el padre de la Semana Grande de San Sebastián, decide construir en pleno corazón de Madrid el frontón más grande de la capital, algo por cierto, no exento de polémica, pues los otros tres frontones que ya estaban en funcionamiento intentaron evitar que se le concediera la licencia.

 


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Y es que el Beti Jai iba a ser algo muy distinto a los anteriores: con capacidad para 4.000 espectadores, la intención de Arana era que, además de campeonatos de Pelota Vasca, sirviese como auditorio para acoger campeonatos de Esgrima, Hípica, mitines políticos o espectáculos musicales, además de convertirse en punto de encuentro de la Corte madrileña.

Tras ser inaugurado el 29 de abril de 1894, y abierto al público un mes después con un gran espectáculo al que invitaron a las estrellas del momento, el frontón se convirtió en uno de los espacios deportivos más importantes de Madrid donde se reunía la flor y nata de la sociedad capitalina de principios de siglo.

Pero el escándalo se cernió sobre el mundo de la pelota vasca, con acusaciones de amaños de partidos, apuestas que provocaban la ruina de los vecinos, y pelotaris que, tras fingir lesiones, se recuperaban milagrosamente para hacerse de oro. La adulteración de la competición mató el interés por la pelota vasca, al mismo tiempo que emergía otro deporte al que nadie ha conseguido quitar el trono desde entonces: el fútbol. Y con ello llegó la decadencia de los frontones. De tal forma, cinco de los que existían en ese momento fueron cerrados o convertidos en teatros y cines, y el Beti Jai no fue la excepción.

En 1904 el Ministerio de Obras Públicas convirtió el frontón en Centro de Ensayos de Aeronáutica, bajo la dirección de Leonardo Torres Quevedo. La intención era utilizarlo para hacer las primeras pruebas del Telekino, creación del ingeniero que pretendía guiar a distancia los dirigibles. Tras abandonar el proyecto, el frontón intentó resucitar, abandonando la pelota vasca y convirtiéndose en auditorio. En concreto, cuentan las crónicas, acogió la Asamblea del gremio de alcoholeros de 1908.

Tras el cierre de otro frontón, el Jai Alai, el Club Sport Vasco decidió convertir el Beti Jai en su sede, pero solo consiguieron mantenerla abierta durante diez años. En concreto el cierre se produjo por la degradación del tejado, formado por una estructura metálica, que no impedía las goteras lo que en último término provocó la clausura del recinto, convirtiéndose, desde ese momento en fábrica de coches. Así Estudebaker y Harley Davidson dejaron su impronta, antes de que en 1925 el Beti Jai se convirtiese en garaje.

Y así permaneció hasta la Guerra Civil, cuando el bando republicano decidió reconvertirlo en comisaría. Tras la victoria de Franco, el frontón fue el lugar de ensayo de bandas musicales; y a mediados de siglo la propiedad fue vendida a Citroen, que lo convirtió en taller de reparaciones.

En 1997 se intentó recuperar su función original, a manos de la sociedad vasca frontón Jai Alai, pero la operación no cuajó y el edificio terminó en manos de la empresa Aguirene, que pretendía convertirlo en hotel y gimnasio.

Para evitar su destrucción fueron muchos los intentos. Así en 1977, y tras un polémico reportaje fotográfico de Santos Yubero que movilizó al Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, se inició el expediente de declaración de Monumento Histórico Artístico que quedó sin resolver; y en 1991 se inició otro para declararlo Bien de Interés Cultural, un expediente que no se resolvió hasta 2011, justo después de que el Ayuntamiento de Madrid iniciase el proceso de expropiación del edificio.

Un proceso de expropiación que terminaba en 2015, con la compra del inmueble por siete millones de euros. En ese momento el Beti Jai estaba en la más absoluta ruina, con un bosque creciendo en la pista, las gradas okupadas, y el esplendor original del edificio totalmente borrado.

Tanto es así que en 2006 Hispania Nostra lo incluyó en la ListaRoja de Patrimonio en Peligro, de donde saldría en 2018 tras las primeras reformas. En 2019, Madrid organizó unas jornadas de puertas abiertas; y coincidiendo con el 130 aniversario de su inauguración, abrirá al público para realizar visitas guiadas, de tal forma que los madrileños puedan conocer la historia del “siempre fiesta” pues eso significa su nombre en euskera.

 

Samuel Román

eltelescopiodigital.com