Desde el río hasta el mar...
El conflicto entre palestinos e israelíes se remonta a hace casi dos milenios
Con el reconocimiento internacional aprobado en los últimos días, el conflicto entre Israel y Palestina parece haber entrado en una nueva fase, tal vez la definitiva, para resolver una situación que comenzó hace casi dos mil años. Y es que en la situación de la antigua Judea se mezclan la cultura, la historia y la religión como elementos de un conflicto que parece tener una difícil solución que satisfaga a todas las partes.
Pero para entender el contexto hay que viajar hasta el año 135 dC, momento en que nace de forma oficial el territorio de Palestina sobre el espacio que hasta ese momento ocupaba la tierra de Israel o “tierra prometida”.
Ya en el siglo primero antes de Cristo Herodes el Grande había conquistado el antiguo reino asmoneo, o macabeo, el primer reino judío independiente, que consiguió la libertad tras abandonar el imperio seleúcida de los griegos, que poco tiempo después se convertiría en la provincia romana de Siria. Este reino asmóneo ocupaba buena parte de los actuales territorios de Israel, Palestina y Jordania.
Herodes, nada más conquistar el reino, lo convirtió en estado cliente romano, a cambio de recibir el título de "rey de los judíos". Tras su muerte, en el año cuatro antes de Cristo, el emperador Augusto divide el reino herodiano en cuatro zonas: Judea, Galilea, Iturea y Abilene y coloca a un gobernador en cada una de ellas, entre ellos los bíblicos Poncio Pilato en Judea, y Herodes Antipas en Galilea.
Pero esto no frena las protestas del pueblo judío, que exige más independencia frente a una Roma a la que consideran pagana. Ante esta situación Augusto elimina la autonomía de los territorios de Judea y Galilea, convirtiéndolos, en el año 6 dC en la nueva provincia de Judea. Su primera medida exacerba mucho más a los judíos, pues establece el censo obligatorio de todos los habitantes de la región, con la intención de cobrar impuestos. La respuesta es una rebelión liderada por los zelotes de Judas, el Galileo, personaje histórico con muchas similitudes con el Judas bíblico, que se produce en el año 66 y se conoce como la primera guerra judeo-romana.
La guerra termina con la destrucción de Jerusalén y del Templo, un acontecimiento que aún hoy recuerdan los judíos con el nombre de "día más triste de la historia" y conmemoran cada año en el Tisha b'Av, jornada de abstinencia y ayuno. Esta jornada recuerda las mayores tragedias que ha vivido el pueblo judío, y que suceden todas ellas en el mismo día, el 9 de Av: el destierro en el desierto de cuarenta años tras salir de Egipto, la destrucción del primer y segundo Templo, la tercera guerra Judeo-romana, la quema del Talmud, la expulsión de los judíos de Inglaterra y España, la I Guerra Mundial, la "solución final" de Hitler, el atentado de Buenos Aires o el llamado "Plan unilateral de retirada de la Franja de Gaza" aprobado por Ariel Sharon en 2004.
Volviendo al siglo I, el Templo de Jerusalén se quema por completo quedando únicamente en pie el llamado "muro de las lamentaciones". La destrucción de la capital, y de buena parte de Judea marca la segunda diáspora judía, con buena parte de los habitantes repartiéndose por Europa y el norte de África. La primera diáspora se había producido en el siglo -VI aC, tras la destrucción del primer Templo, o Templo de Salomón, y consistió en un exilio en Babilonia. Fue durante este periodo cuando las llamadas "doce tribus de Israel" comenzaron a ser conocidas como "Judíos", en alusión a la región de Judea de donde procedían la mayoría.
Precisamente los judíos de la diáspora serán protagonistas de la segunda guerra judeo-romana, conocida como Guerra de Kitos en la que judíos de Egipto, Cirene, Chipre y Mesopotamia se levantan contra el poder romano. Las consecuencias son la prohibición de la presencia de judios en Chipre.
La tercera y última guerra es la de consecuencias más graves. En el año 132 Simón Bar Kojba, al que muchos judíos creen ver como el Mesías profetizado (para el judaismo Jesucristo no es el Mesías), inicia una rebelión que convierte en estado independiente a Israel, con este nombre, durante tres años. Harto de que los judíos se le subleven cada pocos años, Adriano decreta una serie de medidas para "romanizar" Jerusalén, entre ellas la prohibición de ritos como la circuncisión, la lectura de la Torá, o el respeto del shabat. Además el emperador pretendía construir un nuevo Templo dedicado a Jupiter sobre las ruinas del Segundo Templo.
Esta propuesta solivianta a los judíos, que consiguen expulsar a los romanos y declarar un Estado independiente, Israel, con su propia moneda y con Simón Bar Kojba al frente con el cargo de Nasí, denominación que aún hoy usa el Presidente del Estado de Israel.
La mitología judia cuenta que la victoria sobre los romanos se produce porque, por primera vez, todas las confesiones judías luchan contra un enemigo común, algo que no ocurrió en la rebelión de los zelotes, y propició su derrota.
La rebelión en Judea obliga al ejército romano a emplearse a fondo, sobre todo temiendo que la "independencia" pueda extenderse a territorios cercanos, y termina tres años después con medidas fulminantes. Adriano decreta la expulsión y prohibición de entrada de los judíos en Jerusalén, cambia el nombre de Israel por Siria Palestina, y destruye la ciudad de Jerusalén para transformarla en la nueva ciudad de Aelia Capitolina, poniendo fin a la historia de los judíos hasta el siglo XIX.
El nombre de Aelia, que deriva del nombre de pila de Adriano, Aelius, es el origen del nombre que tendrá Jerusalén cuando lleguen los árabes, Iliya, que se transformará en el actual Al-Quds siglos después.
Para la región, Adriano recupera el nombre de Palestina, o "patria de los filisteos", con la que se había conocido la zona desde el siglo XII hasta el VI aC por buena parte de Occidente, mientras que Egipto denominó a la zona Canaán. Los filisteos, en conflicto permanente con los judíos tras llegar estos desde Egipto, se habían establecido en cinco ciudades estado, entre ellas Gaza y Ascalón, que son derrotadas de forma definitiva cuando las doce tribus se unen en el reino hebreo. Eso sí, poco duró la calma, pues, en tiempos de David y Salomón, el reino se divide en dos: Israel al norte y Judá al sur, que serán conquistados por babilonios, persas y griegos antes de la llegada de los romanos.
Con dificultades, pues se produjeron otras cuatro rebeliones, los romanos mantuvieron el control de la zona hasta el siglo VII, en que el Islam hace acto de presencia.
Tras la conquista, los árabes dividen Siria en cuatro zonas, denominando Yund Filastin a la zona de la Palestina romana. Este "Distrito Militar de Palestina", que es lo que significa en árabe, se situaba en la región de Judea, dejando fuera a Galilea. La capital se situó en Lot, pero la ciudad principal siempre fue Jerusalén. Precisamente allí, y sobre las ruinas del Templo de Salomón, construyen la Mezquita de Al Aqsa, el segundo lugar más sagrado para los musulmanes después de La Meca.
Y es que, cuenta la tradición, Mahoma viajó desde La Meca hasta "la mezquita más lejana" (Al Aqsa en árabe), donde ascendió a los cielos a lomos de un equino alado. Este lugar, que no es otro que el Monte del Templo de los judíos, se convirtió en lugar de peregrinación transformándose para los musulmanes en un complejo religioso conocido como "Explanada de las Mezquitas", donde, además de la de Al Aqsa, está también la Cúpula de la Roca, en el centro geográfico del Monte, y sobre los restos del Segundo Templo.
Al igual que había ocurrido con el Templo, la mezquita fue derribada y vuelta a construir hasta en cinco ocasiones, aunque fue por culpa de terremotos.
Esta disputa por el Monte del Templo tendrá una enorme importancia histórica, pues será el inicio de Las Cruzadas. Los cristianos conquistan por completo el territorio, que pasa a denominarse Reino de Jerusalén, después de la Primera Cruzada, y establecen la capital en el Monte del Templo, en concreto en la Mezquita de Al Aqsa, que vuelve a llamarse Templo de Salomón. El reino de Jerusalén será un estado feudal al uso de los del medievo europeo, con un señor al frente, un protoparlamento y unas leyes escritas. Pero a diferencia de lo ocurrido con la conquista musulmana, los cristianos no provocan más bajas de las necesarias entre los nativos, que poco tardan en conquistarles culturalmente. Así el cristianismo sólo gobierna, pero son los musulmanes los que mantienen el control religioso de la zona, lo que facilitará la campaña de Saladino para recuperar la ciudad sagrada. El Reino de Jerusalén, tras quedar reducido a una pequeña zona, no tarda en ser eliminado, dejando como recuerdo la creación de Órdenes Militares como El Temple o los Hermanos Hospitalarios, y la reconstrucción de la Iglesia del Santo Sepulcro, el lugar más sagrado para los cristianos, y erigida en el lugar donde, según la Biblia, estuvo situado el monte Gólgota en el que Jesucristo fue crucificado. En los periodos en que el conflicto palestino-israelí ha bajado de intensidad, la Iglesia se ha convertido y está bajo la custodia de seis iglesias cristianas y dos familias musulmanas.
La Iglesia se había construido en el siglo III, tras ser localizado el Calvario por la madre del emperador Constantino, Elena y se había convertido en el principal lugar de peregrinación de la cristiandad. Pero la llegada de los musulmanes arrasó el Templo, siendo una de las principales causas del inicio de las Cruzadas.
El Reino de Jerusalén fue derrotado por los mamelucos, convirtiéndose el de "Rey de Jerusalén" en un título nobiliario que ostenta el Rey de España.
Palestina será conquistada a los mamelucos por los turcos otomanos, que mantendrán su control hasta la I Guerra Mundial. Durante la Gran Guerra Inglaterra conquistará la zona, estableciendo un Mandato Británico después de que se produzca el nacimiento del primer Estado Palestino.
En 1916 el jerife (máxima autoridad política) de La Meca inicia una revuelta del mundo árabe contra el Imperio Otomano aprovechando la Guerra Mundial. El objetivo es crear un Estado Árabe en los territorios palestinos. La revuelta militar es apoyada por Reino Unido, a través de su general Edward Lawrence, que pasará a la historia como Lawrence de Arabia. Pero el apoyo de los británicos es falso. En 1916 firman un pacto secreto con Francia para repartirse la zona después de la guerra, y un año más tarde firman la Declaración de Balfour, por la que prometen un “hogar nacional” al pueblo judío en los territorios palestinos, reivindicación milenaria que había aumentado su intensidad gracias al auge del sionismo en las décadas previas.
Tras el estallido del “Caso Dreyfus” en Francia, un periodista austrohúngaro, Theodor Herzl, denuncia una fuerte ola de antisemitismo en Europa central y oriental, pidiendo una emigración masiva a los territorios de la Palestina otomana para recuperar “la tierra prometida”.
El movimiento crece muy rápidamente, uniendo a los judíos del mundo entero en esa idea de fundar el nuevo “Estado de Israel”, un lugar donde escapar de la persecución que estaban viviendo, y que se materializó de forma terrible en los pogromos de la Rusia zarista. Precisamente las primeras oleadas de inmigrantes judíos proceden de Rusia, a los que, durante los primeros años del siglo XX se irán sumando más personas.
Viendo que el conflicto entre dos protoestados profundamente nacionalistas, como eran Israel y el Estado Árabe de Palestina, iba a provocar más de un quebradero de cabeza, la comunidad internacional intenta crear un Estado para los judíos en otros lugares del mundo, prometiendo que es una solución temporal. Así Argentina, Uganda o el Oblast Autónomo Judío de la Rusia comunista serán alguna de las propuestas. Pero ninguna es aceptada por el movimiento sionista, que sólo quiere recuperar el territorio donde vivieron sus antepasados.
Y mientras los árabes habían creado un Gran Estado Árabe que se extendía desde la Península Arábiga hasta Siria, Estado que fue desmantelado en 1920 tras el reparto que hacen Francia y Reino Unido.
Entre otros territorios a los británicos les corresponde la zona de Palestina, que intentan pacificar mediante un Mandato de la Sociedad de Naciones. Pero el conflicto ya parece imposible de solucionar. Árabes e Israelíes, asentados ya en la zona, comienzan una escalada de aumento de ideas nacionalistas que provoca dos revueltas, una árabe y otra judía.
Viendo que la tensión no hace más que subir, tras la Segunda Guerra Mundial Naciones Unidas aprueba un primer Plan de Partición en dos Estados. La decisión es salomónica, con aproximadamente un 50% del territorio para cada pueblo, y las ciudades de Belén y Jerusalén bajo mandato internacional de la ONU, pero los árabes la boicotean, considerando que deben tener una zona mayor atendiendo a la población. Es más, la Liga Árabe llega a manifestar que no aceptarán ningún tipo de reparto territorial, anunciando “todas las medidas” si se pone en marcha.
Y lo cumplieron. Al día siguiente de la firma del Plan estalla la llamada Guerra Palestino-Sionista, el primer enfrentamiento civil en la región que terminará un año después con el fin del mandato británico. En concreto, el conflicto estalla tras producirse tres atentados casi simultáneos contra población judía que siembran el pánico en Jerusalén, seguidos de una huelga general árabe y la firma de una resolución que exige a los británicos la entrega inmediata de todo el territorio a los árabes.
Pero, como muchas veces ocurre en la historia, la suerte acaba decantando la balanza del lado más inesperado. Los árabes, muy superiores en número y en fuerza acorralaron a las tropas israelíes que sólo consiguieron abrir un camino hasta Jerusalén. Pero la propaganda árabe, buscando el apoyo internacional, magnificó la capacidad de las tropas israelíes, provocando el terror en los pobladores y la huida de unos 700.000 árabes de los territorios. Y aquí es donde comienza buena parte del problema actual, pues estos serán los primeros refugiados que buscarán asilo en los países vecinos.
Así nace la UNRWA, que establece campos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria, Cisjordania y la Franja de Gaza, y que será clave para cambiar la percepción internacional de la situación de los palestinos.
Sin casi oposición, los israelíes van conquistando territorio, buscando hacer efectiva la repartición de la ONU. Tras el final del Mandato británico, Israel declara la creación de su Estado, iniciándose una Guerra abierta con todos los países árabes de alrededor. Y es literalmente así: Israel declara su Independencia el 14 de mayo, y al día siguiente la Liga Árabe ataca al recién nacido Estado, anunciando que no van a respetar el acuerdo de la ONU y que exigen un único estado árabe en Palestina, y para dejar claras sus intenciones, invaden Jerusalén, que iba a ser terreno neutral bajo mandato internacional.
Ante esta situación, EEUU y la URSS declaran que los árabes están cometiendo una agresión armada, la primera tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Así, y sintiendo que contaban con el apoyo internacional, los israelíes van ganando territorio, profesionalizando además la estructura de su recién nacido ejército.
La ONU intenta acabar con el conflicto proponiendo una primera tregua de 28 días que rompen los árabes, y una nueva partición que no gusta a ninguno de los bandos. La ONU propone una segunda tregua, pero el mediador enviado es asesinado por fuerzas paramilitares israelíes.
Tras una aplastante victoria de los israelíes, la comunidad internacional les obliga a replegarse de la franja de Gaza, el Sinaí y el sur del Líbano para volver a las fronteras del reparto previo a la guerra, pero el armisticio dejó una situación distinta: Israel se hacía con el control de casi el 75% del territorio, dejando la franja de Gaza en manos de Egipto y Cisjordania en las de Jordania.
Esta “línea verde” se mantendría hasta 1967, cuando estalla la llamada “Guerra de los Seis Días”. Tras la crisis de Suez, provocada tras el cierre por parte de Egipto del Canal de Suez a los barcos israelíes, y que termina con la invasión del país por una coalición de británicos, franceses e israelíes que obliga a reabrir el Canal, la tensión con Egipto, que seguía siendo titular de la Franja de Gaza, fue creciendo.
El 11 de mayo una serie de ataques terroristas contra Israel vuelven a granjearles el apoyo internacional, lo que aprovechan para anunciar que cualquier intento de cerrar el Canal sería motivo de guerra. El Presidente egipcio Nasser responde anunciando que iniciará una “guerra total para provocar el exterminio de la existencia sionista”.
Y así ocurre. Con los dos bandos ya preparados, Nasser cierra el Canal y anuncia una ofensiva, pero Israel se adelanta destruyendo casi toda la fuerza aérea del país. Además, aprovechando la guerra los judíos invaden el Sinaí y la Franja de Gaza. La entrada de Siria y Jordania en la guerra les da la excusa para invadir también Cisjordania y los Altos del Golán, y provoca una nueva salida multitudinaria de palestinos.
Pero las consecuencias no serán positivas. Israel ofrece salir de los territorios conquistados a cambio de una paz duradera con el mundo árabe, pero la Liga Árabe se opone. Así, desde este momento su presencia en estas zonas es vista como fuerza de ocupación, al tener los territorios bajo su control, pero con una mayoría de población abiertamente hostil.
Precisamente este cambio de rol será el que transforme la imagen internacional del Estado de Israel. Tras perder el apoyo de la URSS, que rompe relaciones diplomáticas con el país, la ONU comienza a aprobar resoluciones contra Israel, lo que provocará el surgimiento, ya en los 70 del llamado “neoantisemitismo”, un odio a Israel, fomentado por fuerzas de izquierda, basado no en la raza sino en la ideología.
Esta ola será la que provoque el cambio de percepción internacional, llegando a justificar la radicalización de los habitantes de la Palestina ocupada.
Viendo que su imagen estaba empezando a verse perjudicada, Israel vuelve a proponer regresar a las fronteras del reparto de la ONU, pero se encuentra con “los tres noes” de la Liga Árabe: “No a la paz, no al reconocimiento del Estado israelí, y no a las negociaciones”. La respuesta de Israel es retirar la propuesta de salir de los territorios ocupados.
Así las cosas, el siguiente gran enfrentamiento se producirá en 1973, y se conoce como la Guerra del Yom Kipur. Los árabes lanzaron un ataque sorpresa sobre el Sinaí y los Altos del Golán aprovechando la fiesta más importante para los judíos. Con la URSS apoyando a los árabes, la Guerra no tardó en convertirse en un escenario más de la Guerra Fría, y fueron EEUU y la URSS los que pusieron fin al conflicto.
Sin embargo, las consecuencias serán simbólicas. Los israelíes, que hasta ese momento se percibían militarmente muy superiores a los árabes, viven como una derrota el ataque en su fiesta grande; mientras que Egipto recupera algo del prestigio perdido en la Guerra de los Seis Días.
Así las cosas, y tras comprobar Egipto como Rusia les había dejado tirados en un conflicto anterior (el país pidió ayuda a Moscú para mantener el bloqueo del Canal de Suez, recibiendo un “no” por respuesta), deciden comenzar a acercarse al bando occidental, firmando importantes acuerdos comerciales con EEUU e Israel, y reabriendo el Canal de Suez, lo que, en última instancia provocará los acuerdos de Camp David.
Pero en el norte la cosa no pinta igual. Siria sigue vinculada estrechamente a la URSS, manteniendo su actitud belicosa con Israel, y provocando, junto al resto de países árabes, la crisis del petróleo de 1975.
Los acuerdos de Camp David firman la paz definitiva con Egipto, devolviéndoles la península del Sinaí y aceptando un régimen autónomo para Gaza y Cisjordania. A cambio Egipto reconoce a Israel y reabre el Canal de Suez. Esta autonomía marca el nacimiento oficial del primer Estado Palestino, los Territorios Ocupados de Palestina, pero nunca llegará a ponerse en marcha: el mundo árabe no acepta los acuerdos, expulsando a Egipto de la Liga Árabe y convirtiendo en el nuevo líder de la región a la Irak de Sadam Hussein.
Y mientras Israel guerrea con todos sus vecinos, dentro de los territorios de Gaza y Cisjordania se pone en marcha algo parecido a un Estado. En 1964 nace la Organización para la Liberación de Palestina de Yasir Arafat, una suerte de partido único auspiciado por la Liga Árabe que no duda en recurrir al terrorismo. Esta OLP busca, sin ambages, la “destrucción” de Israel utilizando para ello la “lucha armada”, el retorno de los refugiados y la “liberación” de toda Palestina. Aquí nace el lema “Desde el río hasta el mar”, que llama a la aniquilación de Israel, y que es una pseudoparodia de la Biblia: “Todo lugar que pise la planta de vuestro pie será vuestro: desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Éufrates hasta el mar occidental será vuestro territorio”, reza el Deuteronomio.
Pero en 1988 Arafat da un golpe de timón: renuncia al terrorismo y pide a Israel un acuerdo de paz que respete el reparto de 1947.
Israel acepta enseguida, y comienzan una serie de negociaciones que provocan un nuevo evento simbólico: Arafat declara la Independencia del Estado Palestino, que reconoce de forma implícita, la existencia del Estado de Israel, aceptando que la presencia de los árabes quede reducida a Gaza y Cisjordania, además de la mitad de Jerusalén.
Esta nueva era culmina con la firma de los Pactos de Oslo en que las dos partes se comprometen a establecer la paz a cambio de un régimen de autonomía para los territorios ocupados y la creación de la Autoridad Nacional Palestina, que actuará como Gobierno de Gaza y Cisjordania, territorios que oficialmente seguirán formando parte del Estado de Israel, y sobre los que éste ejercerá una suerte de protectorado. Eso sí, los acuerdos excluyen de forma específica la situación de Jerusalén, reclamada por ambos bandos, y que debía debatirse en futuros encuentros.
Pero el deshielo salta por los aires tan sólo un año después. El Primer Ministro israelí, Isaac Rabín, es asesinado durante una manifestación por la paz; mientras que la recién nacida Hamas, organización político-militar de corte yihadista e islamista, va ganando fuerza en los territorios ocupados.
Tanto es así que, mientras Israel aprueba el Plan de Desconexión de Ariel Sharon, que establece la salida paulatina de los efectivos militares de Gaza y Cisjordania, en Palestina la lista electoral apoyada por Hamas conseguía la mayoría absoluta. Esto provocaba un nuevo terremoto, con sanciones internacionales a una entidad considerada terrorista, y peleas internas entre Hamas y Al-Fatah, el partido principal de la OLP que fundó Arafat. En 2007 pasan de las palabras a los hechos, expulsando Hamas de la Franja de Gaza a todos los partidarios de Al Fatah, que se refugian en Cisjordania. Y así están las cosas durante diez años. En 2017 Hamas y Al Fatah firman un pacto de reconciliación por el que se reparten el Gobierno. En concreto, Al Fatah se encargará de la Administración y Hamas se hará cargo de la defensa.
La Comunidad internacional y especialmente los estados árabes aplaudieron la propuesta, pero Israel la vio con recelo, temiendo que la no renuncia a las armas por parte de Hamas provocase problemas en el futuro.
Y no se equivocaron. Tan sólo un año después del pacto, el convoy en que viajaba el primer ministro palestino era atacado en un atentado que se atribuyó a Hamás y que volvió a enrarecer el ambiente.
Así las cosas, la situación actual es explosiva: Hamás controla la Franja de Gaza, Al Fatah hace lo propio con Cisjordania, y por encima de ellos existe un Gobierno de Concentración sin capacidad real de actuación, pero que ostenta la representación internacional.
Pero todo esto cambia un 7 de octubre de 2023. Hamás lanza una ofensiva global contra Israel con más de 1.200 muertos en un solo día. El ataque, coordinado, comienza después de inutilizar las cámaras de vigilancia, tras lo cual se lanzan cohetes contra varias ciudades, comandos palestinos cruzan la frontera en parapente, se crean treinta brechas simultáneas en la valla fronteriza, y, como colofón, se produce una masacre en un festival de música con 364 muertos y cuarenta secuestrados. En total durante la campaña relámpago Hamás secuestró a 251 personas y asesinó a 695, entre ellos 36 niños.
Tras lo ocurrido, Israel declara el Estado de Guerra por primera vez desde el Yom Kipur, iniciando una campaña de bombardeos que ya ha costado la vida a más de 65.000 personas, y ha provocado casi dos millones de desplazados.
En diciembre de 2023 Sudáfrica lleva la Guerra de Gaza, que es el nombre que se ha dado a este conflicto, a la Corte Internacional de Justicia pidiendo que se investigue si se está cometiendo genocidio. La investigación está en curso, si bien el dictamen provisional apunta a ello, por lo que se emitieron órdenes de arresto contra el primer ministro de Israel y el líder de Hamás.
El próximo capítulo de esta larga historia aún no está escrito. La situación actual es que Israel no parece dispuesto a dejar de bombardear Gaza mientras siga habiendo terroristas de Hamás, mientras crece el rechazo internacional, y, y es lo más terrible, el número de muertos.
Samuel Román