Tokio 2020, los Juegos del Reencuentro

Tras un año de aplazamiento, Japón celebra sus segundos Juegos Olímpicos

La relación de Japón con el olimpismo es, cuanto menos, curiosa, pues los primeros juegos que iban a celebrar, en 1940, fueron suspendidos por la II Guerra Mundial; y los segundos, en 1964, se celebraron en medio de una tensión internacional creciente y en plena “guerra fría”.

Y, como no hay dos sin tres, los de 2020 también van a pasar a la historia: dos años antes de la elección de sede un tsunami hacía peligrar la central nuclear de Fukushima; y cuatro meses antes de la fecha prevista para su inauguración, el coronavirus cambiaba el mundo entero. Sin embargo, esta vez los Juegos no se cancelaron, si no que se postergaron en una decisión histórica del Comité Olímpico Internacional. Y, aunque todo apunta a que a la pandemia todavía le queda guerra que dar, los XXXII Juegos Olímpicos de la Era Moderna se celebraron finalmente en 2021, convertidos en los Juegos del Reencuentro.

Pero empecemos por el principio. En 1932, durante los Juegos de Los Ángeles, el alcalde de Tokio anuncia su intención de postularse como organizador de una olimpiada, y comienza a trabajar para que sean los de 1940. En 1936, durante los Juegos de Berlín, el COI vota, y aprueba que Tokio organice los juegos cuatro años después por delante de Helsinki, la otra candidata. Pero el convulso ascenso de Hitler al poder y la escalada belicista acaban con las aspiraciones olímpicas de la capital de Japón. El país se ve obligado a renunciar a los Juegos por el estallido de la Segunda guerra chino-japonesa en 1937, entregándole el testigo a la capital de Finlandia. Helsinki tampoco organizará los Juegos porque, pocos meses antes de la Ceremonia de Inauguración estallará la Segunda Guerra Mundial.

Con la espina de los Juegos clavada, en 1960 los nipones intentarán hacerse con las Olimpiadas, pero el COI optará por entregárselos a Roma, dejando a Japón como organizador de los de 1964, unos Juegos con enorme carga política. El COI había decidido que fueran los Juegos de la reconciliación, al celebrarse en Tokio y participar Alemania como un equipo unificado, pero los boicots de China, enfadada porque se dejase participar a Taiwan; y la URSS, que aunque participe en los Juegos enviará aviones a sobrevolar el espacio aéreo de los nipones, se encargarán de deslucir la cita. Tokio también aprovecha para darle carga política, al elegir como último relevista al “bebé de Hiroshima”, un atleta que nació el mismo día en que cayeron las bombas sobre la ciudad.

Cincuenta años después de la aventura olímpica, Tokio volverá a intentarlo, y lo hará en una votación en la que se enfrentará con Madrid, Chicago y Río en la votación final. El COI elige a la ciudad brasileña para los Juegos de 2016, pero los japoneses no se rinden, y preparan una nueva candidatura para los Juegos de 2020.

El 11 de marzo de 2011 un terremoto provoca un tsunami que destroza la prefectura de Fukushima y afecta gravemente a la central nuclear de la región, pero esto no evita que Tokio continúe adelante con su proyecto olímpico. En 2013, y en una ajustada votación con Madrid y Estambul, la capital de Japón consigue la nominación olímpica en plena reconstrucción del desastre de Fukushima.

Desde el primer momento las dudas sobre si se podrían celebrar los juegos en el país asaltan a todos, hasta el punto de que el COI llega a plantearse quitarles los Juegos. Pero Tokio sigue adelante, y en 2017 ya todo el mundo da por hecho que serán ellos los que organicen la Olimpiada de 2020.

Y así debía haber sido, pues la Ceremonia de Inauguración estaba fijada para el 24 de julio de 2020 en un Nuevo Estadio Olímpico situado en el mismo lugar donde se erigieron los de 1940 y 1964. Pero en marzo la epidemia de coronavirus se hizo global, y los Juegos se vieron afectados. La llama olímpica, que acababa de ser encendida en Grecia, se guardaba en Japón mientras comenzaban las negociaciones para buscar una fecha alternativa. El COI lo tenía claro: de celebrarse, no podía ser más tarde del verano de 2021, pues si no habría que mover también los Juegos de Invierno de 2022. Y así fue. A pesar de que la situación de la crisis sanitaria no terminaba de mejorar, Japón siguió trabajando para poner en marcha los Juegos en la fecha prevista, con la Ceremonia de Inauguración fijada para el 23 de julio de 2021.

La llegada de la vacuna, coincidiendo con el inicio de los relevos de la antorcha olímpica, fue vista como la constatación de que los Juegos se celebrarían con total normalidad, pero las nuevas cepas se encargaron de frustar los planes de Tokio a pocas semanas del estreno. Una incidencia disparada obligaba a tomar la decisión de celebrar los Juegos a puerta cerrada, con grupos burbuja entre los atletas, y extremando las medidas sanitarias. Y a pesar de eso no consiguieron evitar que el virus se colase en la villa olímpica, con un importante brote a tres días de la Inauguración que a punto estuvo de cancelar los Juegos.

Pero el olimpismo se repuso y ponía en marcha unos Juegos muy distintos a los de anteriores ediciones en los que no faltaron las señas de identidad del mundo postcoronavirus: austeridad en las ceremonias; participación, como una delegación más, de los refugiados; igualdad en las pruebas (entraban categorías mixtas, además de que los países elegían doble abanderado); reciclaje y sostenibilidad en las medallas, la antorcha olímpica y los podium; y apertura a nuevos deportes destinados a los más jóvenes como el surf, la escalada o el skate. La otra característica de los nuevos Juegos está provocando una oleada de críticas a nivel mundial, pues el COI decidía entregar todos los derechos de emisión en exclusiva a Eurosport, cadena de pago, dejando fuera a las cadenas públicas que han emitido los Juegos desde hace más de cincuenta años, y que han tenido que recomprar paquetes de emisión que no incluyen todas las pruebas relevantes.

Pero en cualquier caso, la llama olímpica vuelve a brillar durante quince días en los que, al menos, en teoría, todos los demás asuntos de la actualidad pasan a un segundo plano, algo que es así desde que Pierre de Coubertain decidiese recuperar una de las tradiciones más arraigadas de la Grecia clásica.

Samuel Román
eltelescopiodigital.com