Navidad (in)sostenible

Las ciudades españolas siguen ajenas a la nueva corriente que triunfa en medio mundo

El mundo, que está cambiando como consecuencia del coronavirus, también quiere que las Navidades sean muy distintas. Así, en buena parte del planeta comienza a imponerse un modelo de “navidad sostenible” muy alejado al derroche de luces y música que caracteriza a las Navidades en España. Eso sí, por muy sostenibles que sean, esas navidades “low cost” no atraen al importantísimo turismo navideño, uno de los más codiciados del año al tener características que lo hacen muy atractivo. Tal vez por eso las ciudades de España están muy lejos de adoptar el nuevo paradigma.

El concepto de “navidad sostenible”, que nacía hace unos años en Estados Unidos, se popularizaba en 2020, debido a las peculiaridades de la campaña navideña, con buena parte del mundo confinado, y el resto con importantes restricciones, y se basa en los criterios adoptados por la ONU en su Agenda 2030: reciclaje, prevención del despilfarro, reutilización y reducción del consumo energético.

Esto, llevado a la Navidad significaría cosas como abandonar los tradicionales árboles de luces para recuperar los abetos o, en su lugar, árboles de cartón reciclado; reducir el consumo, tanto de comidas como de regalos; reducir la movilidad, tanto en el interior de la propia localidad como al exterior; o recortar el consumo de energía.

Pero todos estos criterios chocan, directamente, con una de las principales fuentes de financiación de las ciudades españolas, que no es otra que el turismo navideño. Así, la campaña navideña, que cada vez dura más, atrae un tipo de público especialmente interesante para los comerciantes por sus características: es un turismo de proximidad, mayoritariamente familiar y “cautivo” (las familias repiten cada año las mismas visitas), por lo que nadie quiere renunciar a él.

Esto ha provocado la competencia entre ciudades por ver quién coloca las luces más luminosas para atraer al público, una guerra en la que Vigo, Madrid, Málaga o Torrejón parten en cabeza, pero en la que Alcalá y Guadalajara, sin alejarnos de la Zona Este, tienen mucho que decir.
Y no es para menos: las ventas en comercios de las localidades “iluminadas” se multiplican por entre tres y cuatro veces con respecto al resto del año, algo que, en la situación actual, puede evitar el cierre de muchos de esos comercios.

Así las cosas, las ciudades han optado por que el cambio de paradigma sea mucho más gradual de lo que pide la ONU, limitándose, al menos en 2021, a pequeños “guiños” a la sostenibilidad. En concreto, Madrid ha convertido en una de las estrellas de su Navidad un abeto natural gigantesco ubicado en plena Plaza de España, que, al estilo Rockefeller Center de Nueva York, pretende convertirse en una de las estampas icónicas de la capital de España; y Torrejón ha instalado, en medio de su montaje navideño, un pequeño árbol decorado al estilo tradicional, con bolas y adornos. También al estilo tradicional la Plataforma “Un millón de árboles” va a plantar en Alcalá cinco abetos, uno por cada distrito, que decorarán los vecinos.

Mucho más lejos han llegado pequeños municipios de toda España, como El Puerto de Santa María, en Cádiz, que ha instalado bicicletas con dinamos para producir la energía que mantiene encendido un centro comercial; o el pequeño Concello de Sandiás, en Orense, que ha estrenado una decoración navideña realizada únicamente con materiales reciclados.

Sin llegar a esos extremos, las ciudades intentan aunar luces espectaculares con ahorro, lo que, en los últimos años, se ha traducido en dos procesos simultáneos: la sustitución casi total de las bombillas tradicionales por luces LED, y la creación de espectáculos de videomapping mucho más baratos que las luminarias. En cuanto a la movilidad, la forma de hacerla sostenible va en la dirección que ya intuyó Madrid en tiempos de Carmena: cierre al tráfico rodado de los espacios navideños, y fomento del traslado a pie o en transporte público.

Eso sí, el proceso de transformación está abierto, y habrá que esperar unos cuantos años para comprobar si el nuevo paradigma termina imponiéndose modificando el concepto de Navidad implantado en las últimas décadas.

Samuel Román
eltelescopiodigital.com