El Arte de la Muerte

La tradición del Día de Muertos de México llega a España

Si algo ha conseguido la situación vivida en el último año y medio es cambiar, de forma radical, la percepción de la muerte para toda una generación. Así, si hasta 2020 el fin de la vida era un tabú del que convenía escapar, tras la crisis del coronavirus se ha convertido en algo cotidiano. Las cifras de fallecidos, que en marzo de 2020 causaban pánico a la sociedad, ahora no son más que una cifra estadística; y hasta los símbolos relacionados con la muerte han perdido buena parte de su sentido.

De tal forma, la sociedad mundial comienza a tener una visión de la muerte parecida a la que, desde hace varios siglos, tienen los mexicanos, que han convertido la festividad de Todos los Santos en una gran fiesta en la que se come y se bebe en recuerdo de los que ya no están.

El “Día de Muertos”, popularizado a nivel mundial por la película de Disney “Coco”, tiene, sin embargo, un origen mucho más antiguo, donde la mitología precolombina se fusiona con las creencias católicas y, en las últimas décadas, también con la cultura celta a través del Halloween estadounidense.

Pero el origen de la fiesta es mucho más complejo, y se pierde en la noche de los tiempos. Según los antropólogos, los antiguos pueblos precolombinos tenían una mitología de la muerte muy similar a la de los griegos, los celtas o los egipcios. Así, cuando una persona fallecía acababa en uno de los cuatro niveles del inframundo: Tlalocan, el paraíso del Dios de la lluvia, reservado a los que fallecían por enfermedades, los ahogados y los sacrificados; Omeyocán, paraíso del Sol para los muertos en combate y las mujeres que fallecían en el parto; Mictlán, el destino final de los que morían por muerte natural; y Chichihuacuauhco, una especie de limbo para los niños que morían antes de ser consagrados. La creencia de los mexicas hablaba de que todos ellos regresaban al mundo de los vivos una noche al año.

Estos cuatro niveles dieron lugar a celebraciones concretas para cada tipo de muerte, lo que hacía que los cultos mortuorios durasen casi dos meses, entre agosto y octubre, es decir, justo en el momento en que comienza la cosecha.

La llegada de la religión católica cambió el sentido, comprimiendo la celebración en cuatro días, los que van del 28 de octubre al 2 de noviembre. Sería una epidemia, en el siglo XIX, la que le daría la dimensión actual, cuando el Gobierno se llevó los cementerios fuera de la ciudad convirtiendo los camposantos en lugar de peregrinación y de fiesta donde se come y se bebe en recuerdo de los difuntos mientras se adornan las tumbas.

Y es que, ante todo, el Día de Muertos es una fiesta. Los actuales mexicanos que, tras la revolución de Benito Juárez lo convierten en símbolo del país, convierten los días previos a Todos los Santos en jornadas de celebración, con la creación de grandes altares en los que se recuerda a los muertos. Pero la fiesta tiene muchas otras vertientes, como las calaveritas literarias, o epitafios dedicados a personajes públicos con humor negro y un importante componente satírico; las calaveras de dulce, al estilo de los huesos de santo españoles, en las que se inscribe el nombre del familiar al que se dedica antes de compartirla con toda la familia; “el muerto”, una especie de aguinaldo que piden los niños disfrazados con motivos relacionados con la muerte; o el “Festival de las Calaveras” de Aguascalientes, toda una gran fiesta dedicada a la Catrina, la figura satírica nacida en las Calaveras Literarias que se ha convertido en el gran símbolo del Día de Muertos.

Si la Catrina, un esqueleto de mujer que lleva un gran sombrero propio de la Alta Sociedad, es el símbolo de Aguascalientes, otro elemento está relacionado con esta fiesta en toda Latinoamérica: la Llorona, una mujer vestida de blanco que vaga eternamente buscando a sus hijos, a los que ahogó en un río, y cuyo llanto desgarrador es presagio de muerte.

El trío de figuras simbólicas relacionadas con el Día de Muertos mexicano se completa con la Santa Muerte, o “La Flaca”, una figura procedente directamente de la mitología mexica (Mictecacíhuatl era la Diosa de la Muerte, protectora de los huesos y señora del Mictlán) muy arraigada en las creencias populares de los mexicanos, pero demonizada por los poderes públicos, al relacionarla con cultos satánicos, narcotráfico y delincuencia, lo que llegaba al punto de ilegalizar su culto hace unos años.

Todo este abanico de ritos, leyendas y creencias provocaba que, en 2007 la UNESCO incluyese al Día de Muertos en su Lista de Patrimonio Inmaterial, convirtiéndolo en bien protegido. Sin embargo, será la película de Disney “Coco” la que de a conocer la tradición a nivel mundial abriendo la posibilidad de convertir al Día de Muertos en una forma de exportar el arte del país centroamericano.

Y así nace Mexicráneos, una propuesta de una funeraria que, al estilo de la Cow Parade, o la Meninas Gallery, llenaría las calles de la capital con cráneos de grandes dimensiones decorados por artistas reconocidos en el país. Mexicráneos nacía en 2017, y enseguida la respuesta de los mexicanos desbordaba las previsiones, al recibir casi dos millones de visitantes en su primera edición. Al año siguiente, la muestra participa en la premiére mundial de “Coco” adquiriendo relevancia internacional, lo que un año después supondrá su llegada a Francia, con veinte cráneos en la Feria de Lille que después acabarían en las calles de París.

Ahora, en 2021, los Mexicráneos han elegido España para iniciar una gira que muestre el arte mexicano, y, en concreto, el Parque Europa de Torrejón. Así, durante los dos últimos meses se han podido ver en el parque hasta 17 cráneos decorados por artistas emergentes y reconocidos del país centroamericano, además de una “bancatrina” que se ha convertido en la estrella de la exposición, al permitir a los visitantes fotografiarse con la figura simbólica.

Samuel Román
eltelescopiodigital.com