Cuarenta años de movida: el que no esté colocado, que se coloque

Si este 2020 hubiese sido un año un poco más normal, sin duda habría habido homenajes por todas partes a un movimiento contracultural y multifacético que transformó por completo el entorno cultural de una España que acababa de salir del Franquismo y buscaba un nuevo rumbo. Nacida en Madrid, la Movida no tardó en repartirse por otras ciudades de España convirtiéndose en el paradigma de la nueva España que nace en la Transición y que se da a conocer al mundo en los Juegos Olímpicos de Barcelona.

Pero para entender la importancia de la movida, hay que viajar a su origen, los años de la Transición. En 1975 muere Franco y España comienza un lento viaje que le llevará a convertirse en Democracia plena en 1978 con la aprobación de una Constitución. En ese tiempo entre el fin del franquismo y la llegada de la Democracia, España había comenzado a transformarse. Movimientos como el “destape” en el cine abrirán la puerta a una transformación radical de los esquemas mentales que provocará el surgimiento de un movimiento de pensamiento postmodernista, al estilo de lo que había supuesto Warhol en los países anglosajones.

Así entre 1977 y 1978 nacen los llamados grupos de la Nueva Ola, cuya obra se verá amplificada con programas de culto en las principales radios del país, y que comenzarán a hacerse conocidos. Sin embargo, será un acontecimiento trágico el que suponga el pistoletazo de salida para la llamada “movida madrileña”: en la Nochevieja de 1979 el batería de Tos (grupo que después se conocerá como Los Secretos) José Enrique Cano Leal “Canito”, con sólo veinte años, fallece en un accidente de tráfico tras pasar tres días en coma.

La noticia conmociona al panorama cultural español, y durante el mes de enero comienza a prepararse un gran concierto homenaje al artista. Organizado por el líder de la banda, Álvaro Urquijo, y el director de la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, el recital pretende reunir a todos los grupos que están sonando en ese momento en la capital, compañeros de la generación de “Canito”.

Las entradas, gratuitas, se distribuyen a través de las principales emisoras de radio, y Radio España lo emite en directo el 9 de febrero. En el cartel, los nombres más famosos de la Nueva Ola musical: Tos, Nacha Pop, Alaska y los Pegamoides, Mamá, Paraíso, o Mermelada, entre otros.

Aunque sólo mil personas vivieron el concierto en directo, su emisión por televisión días después dentro del Popgrama de Carlos Tena, provoca un auténtico escándalo en una España que acaba de salir del franquismo: miles de cartas llegan a la redacción de la tele pública pidiendo explicaciones por la emisión del recital. El motivo de la polémica no fue otro que la escasa calidad del sonido, algo lógico teniendo en cuenta que todos tocaron con el equipo de Mermelada, los únicos que por aquel entonces tenían disco en el mercado.

Pero, como casi siempre, la polémica beneficia más que perjudica, y los protagonistas de la movida lo vivieron en primera persona: tan sólo un año después, el llamado “concierto de Primavera” reúne a más de quince mil personas en la Politécnica de Madrid para asistir a un festival de ocho horas en el que se dieron cita Farenheit 451, Alaska y los Pegamoides, Flash Strato, Los Modelos, Tótem, Rubi y los Casinos, Mamá, Los Secretos y Nacha Pop.


Y es que el escándalo siempre le vino bien a este movimiento. En 1980 un jovencísimo Pedro Almodóvar revoluciona, y escandaliza, a la sociedad española con su primera película: “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón”. La película que pone en el mapa al barrio de Malasaña, se rodó en la casa de las Costus, los pintores Juan Carrero y Enrique Naya, que, desde que en 1977 fijaran su residencia en Madrid, convierten el piso en un auténtico hervidero de talento. Por allí pasan Pablo Pérez-Mínguez, Pedro Almodóvar, Tino Casal, Paloma Chamorro, Alaska, Nacho Canut o Carlos Berlanga, entre muchos otros.

Así, si el detonante musical de la “movida” es el concierto en homenaje a “Canito”, el origen real del movimiento hay que buscarlo en el corazón del Rastro. En 1977 los integrantes de “la liviandad del imperdible”, un grupo que teorizaba sobre el postmodernismo, el punk o el glam, y que será la base del histórico Kaka de Luxe, se reúne en pleno mercado con la “Cascorro Factory” de Alberto García Alix y Ceesepe, un grupo que intentaba traer el cómic underground a España, y que autoeditaba y vendía sus obras.

Pero el triunfo de la movida tendrá mucho de político. En 1979 se celebran las primeras elecciones democráticas en el Ayuntamiento de Madrid, y sale elegido alcalde Enrique Tierno Galván, el considerado precursor de la movida. Galván apuesta desde el primer momento por convertir Madrid en epicentro de esta nueva cultura underground que comienza a sonar en medio mundo, y por eso recibe a Ramones o Lou Reed en sus primeros meses de mandato.

Con el boom de los grupos musicales las tradicionales salas de fiestas del franquismo se transforman en locales de conciertos (algo que, de hecho, nunca habían dejado de ser, aunque de forma clandestina). Con el comienzo de la movida nacen locales como La Vía Láctea, El Sol, el Rock Ola, o el Pentagrama, el mítico “Penta” al que Nacha Pop inmortaliza en la letra de su “Chica de ayer”.

La institucionalización del movimiento, gracias al apoyo de un alcalde que llegará a decir “El que no esté colocado que se coloque”, provocará que los fanzines autoeditados durante los primeros años acaben confluyendo en una revista municipal que se convertirá en el punto de referencia de artistas de todos los ámbitos. Será en 1984 cuando nazca “Madriz”, una publicación que recoge a buena parte de los dibujantes del “nuevo cómic adulto”. La revista, como era de esperar, no será bien recibida en el Consistorio, convirtiéndose los futuros alcaldes Álvarez del Manzano y Ruiz-Gallardón en sus principales detractores (llegan a pedir la dimisión del concejal de Juventud tras la publicación de una historieta de Ceesepe que tacharon de “porquería repugnante, pornográfica, blasfema, en el sentido jurisdiccional de la palabra, contraria a la moral y a la familia”. Madriz muere en 1987, tras la llegada a la alcaldía de Juan Barranco, y tras el fallecimiento de Tierno Galván, al que dedican un número especial ilustrando sus Bandos más conocidos.

El final de la movida tiene mucho que ver con su proceso de institucionalización. Del mismo modo que Galván aglutina a los artistas gráficos, y las discográficas se lanzan a por los músicos, la televisión convierte en estrellas a los miembros de la movida. Así los programas “La Edad de Oro” de Paloma Chamorro; o la “Caja de Ritmos” de Carlos Tena (eliminado de la programación tras un escándalo mayúsculo por la emisión de la canción “Me gusta ser una zorra” de Las Vulpes que provocó una querella por escándalo público y la dimisión de su director) darán voz a los protagonistas del movimiento; y, por supuesto, “La Bola de Cristal” de Alaska, llevará los planteamientos de la movida a los más pequeños.

El fin de la movida es trágico: la cocaína, la heroína y el SIDA se llevaron a muchos de sus protagonistas, y el resto se han institucionalizado.

En 1992 una fiesta de presentación de un libro de Almodóvar, recopilando artículos escritos diez años antes, supone la muerte oficial del movimiento.


Samuel Román