La blanca venganza de Filomena

Madrid ha vivido la nevada más intensa desde hace un siglo

Cuenta Ovidio en sus Metamorfosis que Filomela (al traducirlo al latín, Filomena), era una princesa ateniense hija del Rey Pandión, y hermana de Procne, que, contra el criterio de los dioses (no se invitó a Juno, protectora de los matrimonios), se casó con el héroe Tereo de Tracia, hijo de Ares, con el que tuvo un hijo, Itis. Echando de menos a su hermana, Procne pidió a Tereo volver a verla, por lo que el héroe regresó a Atenas a por Filomela. Pero, durante el viaje de vuelta, Tereo violó a la joven y le cortó la lengua para que no se lo contara a nadie antes de encerrarla en un establo en lo más profundo del bosque.

Regresando con su esposa, Tereo le dijo a Procne que su hermana había muerto durante el viaje. Pero Filomela, a pesar de no tener lengua, ideó un plan para contar a Procne lo que había ocurrido: tejió su historia en un lienzo blanco y se lo hizo llegar a la reina de Tracia a través de una esclava. Tras descubrir lo ocurrido, Procne se encaminó al bosque y encontró a Filomela llevándola al castillo.

Pero allí, aprovechando las fiestas en honor a Baco, ambas hermanas decidieron vengarse de Tereo. Así, Procne mató a su hijo Itis y, con ayuda de su hermana, lo descuartizó y lo cocinó para servírselo al héroe traciano, que no se dio cuenta de lo ocurrido hasta que llamó al pequeño, apareciendo en ese momento Filomela con su cabeza en la mano.
Horrorizados por lo ocurrido, los dioses decidieron terminar con la ola de crímenes transformando a los tres protagonistas en aves. Así, Tereo se convertiría en una abubilla, Procne, en golondrina; y Filomela, en ruiseñor, con un canto melodioso pero lleno de tristeza.

Y precisamente Filomena es el nombre que ha utilizado la AEMET para nombrar el fenómeno meteorológico más importante de las últimas décadas, una impresionante nevada que colapsó Madrid y la zona centro de España durante casi dos semanas con espesores que no se conocían desde hace, al menos un siglo.

La borrasca Filomena, como su homónima mitológica, tejió un manto blanco con el que cubrió calles y parques con espesores de hasta sesenta centímetros, ofreciendo una estampa postnavideña imposible de olvidar. La “venganza” de Filomena comenzaba nada más pasar el Día de Reyes. Con toda la región en alerta roja, AEMET preveía espesores de hasta veinte centímetros, similares a la “gran nevada” de 1971. Pero las previsiones se quedaron cortas: la borrasca desataba toda su furia con casi 24 horas seguidas de nieve que dejaba atrapados a muchos vecinos y daños incalculables que han provocado la declaración de Zona Catastrófica de toda la Comunidad.

Sin embargo, Filomena no es ni la primera, ni la última gran nevada que han visto las calles de Madrid. Así hay que remontarse cinco siglos para encontrar la primera referencia a la nieve en la Villa y Corte. El 21 de noviembre de 1664, según el registro de la AEMET, se produjo una “fuerte nevada” que fue seguida, el 3 de febrero de 1665, por otra mucho más intensa que dejó “media vara” (cuarenta centímetros) de nieve en las calles de la capital. La “Pequeña Edad de Hielo” (periodo de fríos polares y nieve registrado en Europa entre 1300 y 1850) terminaba en Madrid el 23 de diciembre de 1862, cuando estuvo nevando más de diez horas seguidas en la capital, dejando espesores de hasta 50 centímetros. Dos años después llegaría la “Blanca Navidad”, el 25 de diciembre de 1864, con espesores de hasta 35 centímetros en toda la Comunidad.

El siglo XX comenzaba con otra gran nevada en 1904, esta sí, perfectamente documentada por los periódicos de la época. El 27 de noviembre el Observatorio de Retiro informaba del comienzo de una gran nevada, que terminaría durando 32 horas. Pero el antecedente de la AEMET poco más pudo informar, ya que el temporal arrasó las comunicaciones haciendo imposible la emisión de los boletines diarios que enviaban a los periódicos. En concreto, la “gran nevada” de 1904 dejó espesores de entre 70 centímetros y metro y medio según las zonas y una estampa que no resulta desconocida a los madrileños de 2021: teatros cerrados, comunicaciones interrumpidas, mercados sin abastecimiento y trenes y tranvías paralizados.

La situación meteorológica tampoco suena rara. Una gran borrasca entró por el golfo de Cádiz encontrándose en Madrid con una ola de frío polar (hasta nueve grados bajo cero), lo que dejó tres días de nieve, y muchos más de reconstrucción.

Los “años de nieves” suelen llegar a pares, y al igual que había ocurrido en el siglo XVII, la nevada de 1904 tuvo una réplica tres años después. El 7 de febrero de 1907 la nieve volvía a hacer acto de presencia, con espesores de hasta cincuenta centímetros y temperaturas de trece grados bajo cero durante 32 horas.

La situación más similar a la vivida con Filomena se produjo el 27 de diciembre de 1917, cuando una nevada de quince centímetros llegó acompañada de una ola de frío siberiano que congeló las calles hasta el punto de que el Ayuntamiento madrileño tardó una semana en eliminar la nieve caída. La Guerra Civil también tuvo sus nevadas, con la más representativa vivida en enero del 38, cuando un pequeño manto blanco cubrió una ciudad asediada por los bombardeos.

Durante el Franquismo se llegaron a registrar cinco episodios, con los de 1952 y 1971 como los más importantes. El 23 de enero de 1952, un país destrozado por la guerra, no puede hacer frente a la limpieza de la nieve, que permanece en las calles durante diez días con espesores de hasta 30 centímetros. El 1 de febrero de 1963 otra gran nevada colapsa la capital, siendo necesaria la ayuda del ejército para volver a la normalidad. 1971 pasa a la historia como “el año de las cinco nevadas”, siendo la más importante, y la que permanece en la memoria colectiva, la registrada el 8 de marzo, con espesores de treinta centímetros tras 24 horas de nevada.

La Democracia trajo nevadas importantes en 1977 y 1984, y en la Noche de Reyes de 1997, pero fue con el nuevo siglo cuando se vivieron las dos nevadas más recordadas en la capital hasta el paso de Filomena. Así el 23 de febrero de 2005 la nieve dejaba unos diez centímetros, que fueron suficientes para colapsar el Aeropuerto de Barajas. El mismo día de 2009, quince centímetros de nieve llevaron el caos al aeropuerto y a la A-6, donde decenas de coches quedaron atrapados hasta la llegada de la UME.

Samuel Román