15-M: Dormíamos, despertamos

En 2021 se cumplen diez años del nacimiento del movimiento que ha cambiado el sistema político de España

Cuando, en un futuro, los historiadores tengan que analizar la Historia reciente de España, una fecha aparecerá a fuego grabada en todos sus artículos, pues un 15 de mayo de 2011 se pusieron los cimientos de la llamada “segunda transición”, que ha desembocado en el final del bipartidismo imperfecto como sistema de partidos dejando su lugar a un multipartidismo de geometría variable en el que los pactos son la clave para alcanzar la gobernabilidad.

Pero poco podían imaginar aquellos que salieron a las calles en el día de San Isidro gritando “ni PSOE, ni PP” que su protesta iba a desembocar en el mayor movimiento social del primer tercio del siglo XXI en España. Inspirados en las primaveras de los países árabes, miles de jóvenes sin adscripción política tomaron las calles, primero de Madrid y después del resto del país para exigir a la clase política un cambio de rumbo.

España estaba en medio de una fortísima crisis con un Rodríguez Zapatero en sus últimos meses de mandato, y con unas elecciones autonómicas y municipales que se iban a celebrar tan sólo una semana después. Precisamente la cercanía electoral fue una de las claves para que lo que comenzó como una manifestación de “indignados” por las calles de Madrid derivase en la “ocupación” simbólica de la Puerta del Sol durante más de un mes.

El caldo de cultivo hay que buscarlo en las reformas puestas en marcha por el último gobierno Zapatero tras el estallido de la crisis de 2008. Los socialistas aprobaron una reforma laboral, plantearon otra para las pensiones, y dieron luz verde a la polémica “Ley Sinde”. Esto, sumado a la entrada en vigor del “Plan Bolonia” universitario, fueron aumentando la tensión social, primero a través de Internet, con los movimientos “Ponte en Pie”, “Estado del Malestar”, “Juventud sin futuro”, “No les votes” y “Democracia Real, YA”; y después de forma física. El movimiento de los “indignados” se presentaba en sociedad en plena tarde de San Isidro, con la intención de acampar en la Puerta del Sol, al menos, hasta las elecciones de la semana siguiente. Pero el Gobierno socialista no lo permitió. Esa misma noche, la Policía enviada por la Delegada del Gobierno Dolores Carrión, cargó contra los diez mil acampados, disolviendo la protesta y deteniendo a 19 personas.

Ante el silencio de la prensa en España, la repercusión internacional fue enorme, consiguiendo, en pocas horas, el apoyo expreso de partidos y grupos sociales de todo el mundo. Tanto es así que los indignados, ya con el apoyo del mundo entero, volvieron a tomar la Puerta del Sol dos días después, el 17 de mayo de 2011, iniciando una “acampada” que duraría casi un mes y que se expandiría por todo el país (según el recuento de la Plataforma 15-M, el día de las elecciones había 211 asambleas repartidas por toda España).

En junio el movimiento ya era global, dando lugar a iniciativas similares como la gran manifestación contra el Pacto del Euro, o el “Ocuppy Wall Street” de septiembre, embrión del movimiento que acabará llevando a Donald Trump a la Casa Blanca. Además, las asambleas dejaron la Puerta del Sol para extenderse por ciudades y pueblos de todo el país.

Pero, como a todo movimiento social, tras el periodo de explosión, al 15-M le llegó la estabilización. Algunos de los integrantes del movimiento decidieron “institucionalizarlo” creando el partido político Podemos que se estrenaba en las elecciones europeas de 2014 como cuarta fuerza política del país.

Sin embargo, la eclosión de Podemos no mata el espíritu transversal y “callejero” del movimiento, que seguirá vivo a través de iniciativas como la PAH; los “yayoflautas” reconvertidos en Plataforma en Defensa de las Pensiones; las mareas blanca, verde y morada; el “no vull pagar” contra los peajes en Cataluña; la plataforma “15MpaRato”; “Graba tu Pleno”; o “STOP Desahucios”.

Pero además la llegada de Podemos rompe el tablero político, obligando a una reconfiguración que aún no ha terminado. España se caracterizaba, desde el fin de la Transición, por un sistema de bipartidismo imperfecto, en el que dos partidos se turnaban en el poder con la ayuda de partidos nacionalistas y un Partido Comunista reconvertido en IU muy debilitado. La entrada de Podemos cambia las reglas, con una izquierda alternativa poderosa que amenaza a uno de los partidos del sistema. Pero además, resucita movimientos similares en la derecha, donde, tras el hundimiento de UPyD, da su salto a la esfera nacional un partido nacido en Cataluña que llegará a plantar cara a la otra “pata” del régimen, Ciudadanos. También en esas fechas, y como respuesta a la aparición de Podemos surge un partido que, en sus orígenes, lleva como bandera el antieuropeismo y el final de las autonomías: VOX. Además, el descontento ciudadano resucita tensiones geográficas que parecían enterradas, y que se traducirán en un incremento de la fuerza de los partidos nacionalistas, alguno de ellos abiertamente independentistas, y en la eclosión de un marasmo de partidos regionalistas. El último capítulo, por el momento, es la aparición de un nuevo participante en la ecuación, Más País, que aspira a ser el partido verde que aglutine a los descontentos desde la izquierda hasta el centro derecha.

La entrada de todos estos partidos transforma por completo el juego de la política, convirtiendo el sistema en un multipartidismo de geometría variable en el que los pactos son necesarios si se quiere alcanzar la gobernabilidad, abocando, en caso contrario, al país a una repetición constante de las elecciones, y es que el proceso que comenzó hace diez años con unos jóvenes que pedían cambio tomando la Puerta del Sol de Madrid y convirtiéndose en el reflejo de toda una generación, está lejos de terminar.

Samuel Román
eltelescopiodigital.com