¿Qué hacemos cuando los niños quieren una mascota por Navidad?

Es una de las peticiones más populares entre los ‘peques’ y sus beneficios son muchos, aunque no todas las mascotas se adaptan a todos los presupuestos y estilos de vida

Educar a los niños rodeados de mascotas fomenta el respeto y el cariño hacia los animales, de manera directa, en primera persona y ya desde la infancia. Es una manera de implementar la conciencia ‘eco’ dentro del entorno familiar, además de fomentar en los más ‘peques’ la idea de responsabilidad, al hacerse cargo de un ser vivo, sea del tipo que sea: desde dar de comer a unos peces de colores y cambiar el agua de la pecera, hasta tener que repartirse entre todos los paseos con un compañero de cuatro patas, llenarle el cuenco de agua o cepillarle.

Estas tareas crean un lazo familiar además de añadir nuevas tareas diarias o semanales al calendario de los niños, ayudando el mismo tiempo a reforzar el comportamiento de los niños en el ámbito social: interactuar con una mascota puede ayudar a los ‘peques’ a socializar mejor con otros niños y con personas mayores.

Precisamente es en estas fechas, justo antes de la Navidad, cuando muchas familias se plantean añadir un compañero de juegos al círculo familiar, a menudo a petición de los niños, pero también tomando en consideración algunos de los aspectos positivos de ampliar el número de miembros de la familia con una mascota. Estos valores, se suman al apoyo emocional que los animales suelen dar a los niños en momentos difíciles, incluyendo por ejemplo cambios en el núcleo familiar, como separaciones o cambios de residencia, enfermedades u otras situaciones complicadas. Una opinión que coincide con el último estudio sobre el vínculo entre niños y animales de compañía elaborado por la Fundación Affinity, una fundación sin ánimo de lucro cuya misión es la de investigar los beneficios del vínculo entre personas y animales, con proyectos centrados en el abandono, la adopción y las terapias asistidas por animales de compañía. Sus conclusiones cuando se trata de los más chiquitines: los niños no sólo tienen una atracción natural por los animales sino que además se sienten reconfortados por su compañía, y hasta el 94% afirma sentirse mejor con un animal cerca, mientras que el 60% cree que relacionarse con animales de compañía les ayuda a querer y a respetar más a otras personas.
El estudio forma parte de la campaña Juntos Crecemos Mejor, un título que resuena especialmente en esta época del año, cuando se disparan las ventas de animales. Especialmente si echamos un vistazo a la comparativa que supone, a nivel emocional, el tener un animal o un juguete: a la hora de evaluar uno u otro, los sentimientos generados por la felicidad de una mascota que vive en casa (por ejemplo, lo que sentimos al cuidar de él y que esté sana, o al estar en compañía y jugar con los miembros de la familia), la gran mayoría de niños los sitúan por encima de otras cosas materiales, incluidas los juguetes. “Este escenario ofrece a los educadores una gran oportunidad para trabajar valores como la amistad y la convivencia”, puntualiza Isabel Buil, directora de la fundación, “es interesante comprobar que para los niños todo aquello relacionado con la interacción social y la salud es importante”.

Del total de niños que participó en el estudio, el 90% afirmó que dedicaría parte de su tiempo a cuidarles, el 80 que renunciaría a un juguete para que su mascota tuviese uno, el 75 que se levantarían temprano para sacarla a pasear, y uno de cada dos niños acabó afirmando que modificaría sus vacaciones o renunciaría a estar con los amigos para pasar más tiempo con su perro o gato.

Pero, ¿cómo hacemos cuando los niños nos piden una mascota? ¿Es apta para todas las familias? ¿Son reales estos compromisos? Una petición tan popular como ésta en la carta de los Reyes Magos bien se merece tener en cuenta unas cuantas consideraciones, especialmente en lo que concierne al estilo de vida de la familia, el carácter del niño y las necesidades del animal. Teniendo esto en cuenta, lo más adecuado, si los ‘peques’ de verdad quieren tomar esta responsabilidad, es no ceder enseguida ante las peticiones más populares (un perro o un gato), sino buscar concienzudamente la mascota que mejor se adapta a nosotros, y no sólo a los niños, empezando por ejemplo con un hámster u otros roedores.

Es importante resaltar que todas las mascotas requieren de cariño, atención y cuidados, aunque algunas sufrirán más que otras si, por ejemplo, pasamos muchas horas fuera de casa o nos tomamos períodos largos de vacaciones y no podemos llevárnoslas con nosotros. Las necesidades veterinarias y de alimentación también varían, algo que afecta de manera directa al presupuesto familiar, lo mismo que el tiempo que se necesita a diario para cuidar de ellas.

Este proceso es fundamental si no queremos que al cabo de un tiempo esa mascota que hacía tanta ilusión a los niños acabe siendo abandonada; algo que no sólo es dañino para el animal, sino que se convierte en una experiencia difícil también para los niños, al verse incapaces de llevar a cabo algo con lo que se han comprometido, y también para los padres, al haber adquirido una responsabilidad fuera de las posibilidades de sus hijos. Otros aspectos clave que no se nos pueden pasar por alto: la raza, la edad y el sexo del animal, las dimensiones de la vivienda, el tiempo del que dispone cada miembro de la familia para cuidar del él, y el grado de compromiso de los propios niños.

Lau Lagun